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TORRELLANO EN IMÁGENES |
El Condado de Torrellano
Los Baíllo de Llanos, una saga noble en Elche y Alicante
Capítulo 1: Juan Baíllo de Llanos,
el burgalés que echó raíces en Elche
A finales del siglo XVI, cuando Elche era una ciudad que mezclaba tradición
agrícola con el esplendor de sus huertos de palmeras, llegó un hombre dispuesto
a dejar huella. Se llamaba Juan Baíllo de Llanos, y venía de un pequeño
rincón de Burgos llamado Cebolleros (Frías).
No sabemos si el destino, los negocios o las relaciones familiares lo
trajeron hasta tierras valencianas, pero hacia 1587 ya estaba instalado
en Elche. Su llegada no pasó desapercibida: las autoridades locales pronto
reconocieron su estatus social, lo que nos da una pista de que no era un
hombre cualquiera, sino alguien con linaje, recursos o talento para hacerse un
lugar en la alta sociedad de la época.
De su mano comenzó una historia que, con el tiempo, se entrelazaría con las principales familias nobles de la zona.
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ESCUDO DE LOS VAILLO DE LLANOS |
Capítulo 2: Pere Baíllo y la
creación del mayorazgo
Su hijo, Pere Baíllo, continuó la estrategia familiar de consolidar
riqueza y prestigio. Lo hizo a través de una figura jurídica muy común entre
las familias nobles: el mayorazgo (en Valencia se llamaba vínculo,
y en Cataluña se conocía como hereu).
¿En qué consistía? Básicamente, se trataba de dejar las propiedades atadas
al primogénito varón, prohibiendo su venta o división. De esta manera,
la familia aseguraba que sus bienes no se dispersaran con el paso de las
generaciones.
Pere se casó con Francisca Ortiz de Ávalos y Gaona, originaria de
Siruela, Badajoz. Tuvieron cinco hijos, y gracias a las alianzas
matrimoniales se fueron conectando con lo más selecto de la nobleza local: Malla,
Caro, Perpinyá, Miralles de Ymperial, Pasqual de Pubil, Ortiz, Roca de Togores,
Santacilla y Pérez Sarrio.
Los Baíllo no solo tenían sangre noble, sino también tierras y huertos
en los límites entre Elche y Alicante. Entre sus propiedades destacaba el Huerto
de San Francisco, uno de esos bellos parajes rodeados de palmeras que aún
hoy definen el paisaje ilicitano.
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Finca La Cañada Torrellano Bajo |
Capítulo 3: La Guerra de Sucesión y
el Conde de Torrellano
El momento más agitado para la familia llegó en pleno siglo XVIII,
durante la Guerra de Sucesión Española. Cuando Carlos II murió sin
herederos en 1700, Europa entera se dividió entre dos candidatos al trono: Felipe
de Borbón (futuro Felipe V) y el archiduque Carlos de Austria.
En este conflicto, Juan Francesc Baíllo de Llanos y Ferrer,
descendiente de la familia, tomó partido por el archiduque Carlos. De hecho,
estuvo a su servicio como camarero personal. Como recompensa, en 1716 el
archiduque lo nombró Conde de Torrellano.
Pero la historia no terminó bien para los austracistas. El bando borbónico
ganó la guerra, y a Juan Francesc le confiscaron todas sus propiedades. Como
muchos nobles valencianos, catalanes y aragoneses, apoyó al perdedor.
Sin embargo, la suerte volvió a sonreírle. Tras los Tratados de Utrecht
y Rastatt de 1713, y gracias a la benevolencia de Felipe V con la
nobleza local, sus bienes le fueron restituidos. Para rematar, el propio Felipe
V confirmó oficialmente el título de Conde de Torrellano el 11 de
mayo de 1728, dándole legitimidad borbónica a un nombramiento que había
nacido en el bando contrario.
Capítulo 4: Un linaje que se cruzaba
entre Alicante y Elche
La familia siguió entrelazándose entre Alicante y Elche. Juan Baíllo de
Llanos, descendiente directo, fue bautizado en la parroquia de Santa
María de Alicante el 3 de marzo de 1688. Era hijo de Carlos
Baíllo de Llanos (nacido en Elche en 1658) y María Ferrer Pedrón y Olate.
Juan se casó con Clara Ortiz Almodóvar y Beaumont de Navarra, con
quien tuvo dos hijas, Mariana y Francisca, y un hijo varón, Carlos
Cayetano, que debía heredar el título de II Conde de Torrellano…
pero curiosamente no aparece registrado como tal en ninguna lista oficial.
Este detalle abre la puerta a varios misterios:
- ¿Murió
Carlos Cayetano sin descendencia?
- ¿Se
perdió el título por desuso?
- ¿Hubo
algún conflicto familiar o legal que lo impidió?
Sea como fuere, el apellido Baíllo de Llanos quedó vinculado para siempre a la historia nobiliaria y territorial de Elche y Alicante.
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Casa Condes de Torrellano Plaza Baix Elche |
Capítulo 5: El fin del apellido Baíllo de Llanos y la
herencia del título
La historia de los Baíllo de Llanos tuvo un giro inesperado con Carlos Cayetano, hijo de Juan Baíllo de Llanos y Clara Ortiz Almodóvar. A diferencia de lo que esperaba la tradición familiar, solo tuvo hijas.
¿Y qué significaba esto en una época en la que el mayorazgo estaba diseñado para preservar los bienes y títulos en la línea masculina? Pues que, en términos legales, el apellido Baíllo de Llanos se extinguía, pero el título de Conde de Torrellano debía buscar otro heredero dentro del mismo linaje.
La solución vino de su hermana Mariana. Su hijo mayor, Rafael Antonio Rotlá Canicia y Baíllo de Llanos, sobrino de Carlos Cayetano, asumió el título y sí aparece en todos los documentos como el II Conde de Torrellano. Gracias a esta rama, el condado sobrevivió… aunque el apellido original se fue diluyendo.
Capítulo 6: Las casas y torres de la familia condal
Como muchas familias nobles, los Baíllo de Llanos tenían más de una residencia.
En Alicante y en Elche ciudad mantenían casas abiertas, símbolo de su presencia social en ambas localidades.
Poseían la Torre des Vaíllo, un huerto cercano a Elche que, con el tiempo, acabaría transformándose en la actual sede del Conservatorio de Música.
Además, contaban con una casa solariega con torre vigía en la hacienda conocida como Torre de La Cañada Alta.
Lo fascinante es que estos edificios todavía existen hoy, aunque ya no pertenecen a la familia condal. Imaginar a los Baíllo paseando por sus huertos de palmeras, o protegiendo sus tierras desde las torres vigías, conecta el presente con esa época de esplendor.
Capítulo 7: ¿Baíllo, Vaíllo o Bayllo de Llano? El lío
de los nombres
Quien se adentre en los documentos de la época encontrará un pequeño rompecabezas. El apellido aparece escrito de varias formas diferentes:
· Baíllo de Llanos
· Bayllo de Llano
· Vaíllo de Llanos
¿Por qué tanta variación? En el siglo XVIII era común que la ortografía no estuviera unificada y que los escribanos adaptaran los nombres según el sonido o el uso local. Con el tiempo, el más utilizado fue Vaíllo de Llanos, lo que hace pensar que esa era la forma más correcta o más extendida socialmente.
Capítulo 8: Los huertos de palmeras y los
arrendamientos en Elche
En la época de los Baíllo de Llanos, los huertos de palmeras eran un tesoro económico y simbólico. No solo daban dátiles, sino que se integraban en un complejo sistema agrícola que mezclaba cultivos de regadío con árboles frutales.
Pero no todos los nobles trabajaban directamente sus tierras. Lo habitual era arrendarlas a terceros. En Elche, a finales del siglo XVIII, los arrendadores se repartían así:
· 10 pertenecían a la alta nobleza titulada
· 204 eran de la pequeña nobleza
· 81 correspondían a instituciones eclesiásticas
· 20 eran del patrimonio eclesiástico
· Y solo 126 arrendadores eran plebeyos
Los contratos de arrendamiento eran lo que hoy llamaríamos “leoninos”. ¿Por qué? Porque, además del pago en dinero o especie, el arrendador debía ceder una parte de la cosecha como prueba de la propiedad del terreno.
Un ejemplo curioso lo encontramos en el Huerto de San Francisco, propiedad de los Baíllo. En el contrato de arriendo, Juan Baíllo se reservaba para sí mismo la cosecha de una única palmera, a la que llamaba cariñosamente “La Pascuala”. ¡Hasta ese nivel de detalle llegaba el control de la propiedad!
Capítulo 9: Los cultivos en Torrellano y la
importancia de la barrilla
Los campos de Torrellano, donde la familia tenía muchas propiedades, eran ricos en cereales como trigo y cebada, además de olivos, viñas y árboles frutales como almendros, algarrobos e higueras.
En las zonas más salinas, sin embargo, prosperaba un cultivo muy especial: la barrilla.
¿Y qué era la barrilla? Una planta halófila que crecía en suelos salobres y que se utilizaba para producir sosa cáustica, fundamental para la fabricación de jabones y vidrio. En el siglo XVIII, la barrilla fue una auténtica fuente de riqueza en la economía local, y pronto le dedicaremos un apartado completo para entender su importancia.
CONDES DE TORRELLANO
I CONDE DE TORRELLANO - Juan Francesc Baillo de Llanos y Ferrer ☼ 1688 ┼ 1750 - ® 1716/1750
II CONDE DE TORRELLANO - Rafael Antonio Rotlá Canicia y Baillo de Llanos(V marqués del Bosch)☼1769 ┼ 1831 - ® 1790/1831
III CONDE DE TORRELLANO - Maria del Rosario Canicia di Franchi y Pasqual de Riquelme ☼ 1800 ┼ 1833 - ® 1831/1833
IV CONDE DE TORRELLANO - Jose Maria de Rojas y Canicia di Franchi ☼ 1819 ┼ 1888 - ® 1833/1888
V CONDE DE TORRELLANO - Jose Maria de Rojas y Galiano ☼ 1850 ┼ 1908 - ® 1888/1908
VI CONDE DE TORRELLANO - Carlos de Rojas y Moreno ☼ 1884 ┼ 1936 - ® 1909/1936
VII CONDE DE TORRELLANO - Maria Teresa de Rojas y Roca de Togores ☼ 1929 ┼ 1994 - ® 1951/1994
VIII CONDE DE TORRELLANO - Maria Leticia de Borbón y de Rojas ☼ 1962 - ® 1994
☼ - AÑO DE NACIMIENTO
┼ - AÑO DE FALLECIMIENTO ® - AÑOS QUE OSTENTA EL TITULO
**VII - VIII el titulo de CONDE DE TORRELLANO, actualmente al ser heredado por mujeres, en Torrellano se conoce popularmente como: CONDESA DE TORRELLANO
Capítulo 10: Relaciones sociales y políticas de los Baíllo de Llanos
La familia Baíllo de Llanos, como otras casas nobles de la época, no solo acumuló tierras y títulos; también tejió una compleja red de alianzas matrimoniales y políticas.
Se emparentaron con algunas de las familias más relevantes del Reino de Valencia y del sur de la Corona de Aragón: los Malla, Caro, Perpinyá, Miralles de Ymperial, Pasqual de Pubil, Ortiz, Roca de Togores, Santacilla y Pérez Sarrio, entre otros. Estas alianzas no eran casuales: servían para consolidar el poder social, proteger sus intereses económicos y mantener su estatus dentro de la nobleza titulada.
Políticamente, los Baíllo no fueron neutrales. Durante la Guerra de Sucesión, como casi toda la nobleza local, se alinearon con el archiduque Carlos de Austria, el bando perdedor. Eso les costó la confiscación temporal de sus bienes, pero tras la paz de Utrecht y Rastatt, la benevolencia borbónica les permitió recuperar sus propiedades y el título, ya reconocido por Felipe V.
En este juego de lealtades cambiantes se muestra cómo la nobleza valenciana y alicantina supo adaptarse para sobrevivir, incluso después de un conflicto que cambió para siempre la geopolítica hispánica.
Capítulo 11: La transformación de las propiedades condales
Con el paso de los siglos, las propiedades de los Vaíllo/Baíllo de Llanos se fueron fragmentando, vendiendo o adaptando a nuevos usos.
· La Torre des Vaíllo, un huerto cercano a Elche, acabó convirtiéndose en la actual sede del Conservatorio de Música, transformando un espacio privado de recreo en un bien cultural para la comunidad.
· La Torre de La Cañada Alta, que en su día fue casa solariega y torre vigía para protegerse de incursiones corsarias y controlar las tierras de labor, sigue en pie, pero ya no pertenece a la familia condal.
· Los huertos de palmeras, antaño símbolo de riqueza agrícola, pasaron por manos de arrendatarios, plebeyos y otras familias hasta convertirse en parte del emblemático Palmeral de Elche, Patrimonio de la Humanidad.
En otras palabras, los restos materiales de su patrimonio se democratizaron con el tiempo, dejando atrás la exclusividad nobiliaria para integrarse en la historia colectiva.
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Escudo de armas De Conde de Torrellano y Casa Rojas. |
Capítulo 12: Un recorrido por los edificios que perduran
Hoy en día, un visitante curioso aún puede rastrear las huellas de esta saga:
• El Conservatorio de Música de Elche, que conserva la esencia del antiguo huerto y torre de los Baíllo.
• Las torres vigía dispersas en las pedanías ilicitanas, que nos recuerdan el miedo constante a los
ataques piratas.
• Las casas solariegas en Alicante y Elche, reconvertidas o integradas en el entramado urbano moderno.
Estos espacios son testigos silenciosos de cómo la nobleza rural se transformó en historia, y cómo las piedras, aunque cambien de manos, siguen contando historias.
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Casa Condes de Torrellano - Alicante Antes c. Toneleros hoy Altamira |
Capítulo 13: La barrilla y la economía agrícola de
Torrellano
La economía de Torrellano en los siglos XVII y XVIII se basaba en una agricultura diversificada:
· Cereales como trigo y cebada
· Viñedos y olivos
· Frutales mediterráneos: almendros, algarrobos e higueras
Pero había un cultivo especial en las zonas más salinas: la barrilla.
Esta planta halófila era oro verde en su tiempo. De ella se obtenía sosa cáustica, un producto esencial para fabricar jabones, tintes y vidrio, tres industrias clave de la época. Su comercio conectaba Torrellano con puertos mediterráneos y generaba una economía complementaria que enriquecía a terratenientes y arrendadores.
En resumen, Torrellano no solo vivía de su tierra… exportaba parte de su paisaje convertido en materia prima industrial.

Capítulo 14: Motes y apodos: la verdadera nobleza
popular de Torrellano
Y si hablamos de identidad local, no todo son condes, títulos y genealogías. La verdadera memoria viva de un pueblo se encuentra en sus motes.
En Torrellano, como en tantos pueblos de España, los motes servían para distinguir a las personas y familias cuando los nombres y apellidos se repetían. Eran más que sobrenombres: eran etiquetas de cariño, ironía o pura necesidad.
Como bien me advierte
mi amigo Antonio Martínez García, "los motes o apodos, si no existieran,
habría que inventarlos". Para que no caigan en el olvido aquí os presento
algunos que recuerdo o me han recordado: Baldija - Barrigueres - Bartolo -
Belemets - Besóns - Botigueres - Briales - Broses - Buixes - Butano - Cacahuero
- Cachorro - Jaume Caena - Caliu - Calichons - Caracortá - Caragols - Carteréts
- Catalino - Caparreta - Caixeréts - Conills - Conilleros - Chalefes -
Changlonets - Charamita - Choleros - Del tío Roque - Escorines - Estañeros -
Evaristos - El Alcalde C'agué - El Babós - El Basurero - El Belleso - El Bombo
- El Boticari - El Carreter - El Correurillo - El Cherro - El Chiquillo - El
Chofeur - El Chulo - El Gobernaor - Els de Roc - El de Ricardo - El de la
Hipoteca - El Esquilaor - El Flare - El Formatxero - El Gat - El Gall - El
Gordo - El Guardia - El Guixa - El Hueso - El Largo - El León - El Moro - El
Mut - El Noi - El Pardal - El Pava - El Peixet - El Pelu - Els Pillos - El
Platero - El Pollastre - El Primo - Els Rochs - Els Rochets - El Sabút - El
Sacre - El Semperalo - El Señorét - El Sereno - El Sivíl - El Sopa - El Super -
El Suero - Els Torts - El Vintiuno - El Xiquét - Ferrers - Ferrerets -
Filomatic - Florentino - Gafarróns - Graelles - Grañonéts - Guapos - Guindílles
- La Coca - La Curandera - La Curra - La Blanca - La Llarga - La Manca - La
Morena - La Muñequita - La Paisanta - La Paleta -La Pelailla - La Perala - La
Rastolla - La Ronqueta - La Tendra - La tía Pericasia - La Ventanes - Macanbo -
Macoques - Macholoco - Maderítas - Malacató - Malova - Maniguela - Mansano -
Marracuc - Matalafero - Melitón - Mineros - Miñaneros - Mitxeréts - Morenos -
Morenéts - Mollanéts - Motxos - Muleros - Mutxols - Ñin - Onasis - Palleros -
Pajareros - Patuts - Piconéts - Pichanegra - Pifáino - Pillos - Pineros -
Pinchos - Pinotxo - Piñoléts - Pitusa - Pixorro - Pocholo - Pocarropa - Poleros
- Puntxes - Quiqueros - Rabosa - Rabosseta - Ranilla - Rastoll - Rosqueta -
Semperéts - Tanilles - Tarugo - Teulaí - Tía Llusia - Tomasét - Torreros -
Torsúa - Tostorris - Trentarrúna - Tripo - Vinagres - Vinater - Vincleros - Virutes.
Algunos evocaban oficios o características físicas:
· El Boticari (el farmacéutico),
· El Carreter (el carretero),
· El Gordo, El Largo, El Hueso.
Otros eran colectivos o familiares:
·
Els de Roc,
Els Pillos, Els Torts, Els Rochets.
Y no faltaban los que rozaban la picaresca popular:
· El de la Hipoteca, El Babós, El Super, Pichanegra, Pixorro, Pocholo.
Hasta personajes peculiares como Porrón, un hombre que vivió de la caridad y el vino en los años 60, o Luisico el Tonto, que quedó en la memoria colectiva como una figura entrañable, completan este mosaico humano.
Hoy, aunque los motes tradicionales se han perdido en el núcleo urbano, sobreviven en las redes sociales transformados en “nicks”. De alguna forma, seguimos necesitando nombres paralelos para identificarnos, reírnos y reconocernos.
Epílogo: De condes a motes, la historia completa de
Torrellano
La saga de los Baíllo de Llanos nos habla de poder, nobleza y supervivencia política. Pero la historia de Torrellano es mucho más que títulos. Es también la de una economía que combinaba tradición agrícola y protoindustria, la de unas propiedades que cambiaron de manos y de significado, y la de un pueblo que conserva su alma popular en sus motes y recuerdos.
En el fondo, este recorrido nos enseña que la historia grande y la historia pequeña se entrelazan: detrás del Conde de Torrellano había arrendadores, campesinos, comerciantes… y detrás de cada familia, un mote que los hacía únicos.
Crónica
final: De condes y motes. La memoria viva de Torrellano
Hubo un tiempo en que Torrellano no era solo una pedanía de paso, sino un lugar donde la nobleza dejaba huella en la tierra y en las gentes. En aquellos días, los Baíllo de Llanos, venidos de Burgos, se establecieron en Elche hacia finales del siglo XVI. Llegaron con linaje, fortuna y ambición, y pronto fueron reconocidos por las autoridades valencianas como gente de peso.
Su historia está salpicada de alianzas matrimoniales con lo más granado de la nobleza local —Malla, Caro, Perpinyá, Roca de Togores…— y de episodios dignos de novela: guerras dinásticas, confiscaciones de bienes, títulos otorgados primero por el archiduque Carlos de Austria y luego confirmados por Felipe V. Fue así como nació el Condado de Torrellano, un título que sobrevivió a la Guerra de Sucesión y que se transmitió, entre idas y venidas, a través de hijos, sobrinos y herederos por Mayorazgo.
Pero el poder nobiliario no solo se medía por pergaminos, sino por la tierra que se pisaba. Los Baíllo tenían huertos de palmeras en Elche, campos cerealistas en Torrellano, y casas solariegas tanto en Alicante como en la huerta ilicitana. La Torre des Vaíllo, hoy sede del Conservatorio de Música, y la Torre de la Cañada Alta, que aún vigila el paisaje aunque ya no pertenezca a los descendientes condales, son testigos mudos de aquel pasado.
Mientras los condes firmaban alianzas y arrendamientos, la vida cotidiana seguía su curso. Los campesinos cultivaban trigo, cebada, almendros, algarrobos e higueras. Pero en las tierras salobres crecían unas plantas muy especiales: la barrilla, esa humilde halófila que se convirtió en el “oro verde” del Mediterráneo. De ella se obtenía sosa cáustica para hacer jabón, vidrio y tintes, productos que conectaban Torrellano con puertos y ciudades lejanas. Era la economía de la tierra transformada en industria, siglos antes de que la palabra “globalización” existiera.
Con el tiempo, las propiedades se fragmentaron, las torres pasaron a otros dueños y la nobleza fue perdiendo protagonismo. Sin embargo, el pueblo siguió siendo pueblo, con su memoria colectiva más viva que cualquier archivo nobiliario.
Porque si algo define a Torrellano, más allá de condes y títulos, son los motes. Sí, esos sobrenombres que identificaban a cada vecino cuando los apellidos se repetían como un eco. El Boticari, El Gordo, El Largo, Els de Roc, Els Rochets, El Babós, El de la Hipoteca… Nombres que nacían de oficios, defectos, anécdotas o simplemente del ingenio popular. Y si faltaba un personaje peculiar, ahí estaban Porrón, que vivía de la caridad y el vino, o Luisico el Tonto, que aún aparece en las conversaciones de los más mayores.
Hoy los motes tradicionales apenas sobreviven en los campos y en las conversaciones de quienes ya peinan canas. En el núcleo urbano, se transformaron en “nicks” digitales, pero en esencia cumplen la misma función: dar identidad, cercanía y un punto de humor.
Así que, si paseas por Torrellano, verás dos historias superpuestas. Una, la de los Baíllo de Llanos, con su linaje, sus títulos y sus torres. Y otra, la de la gente común, que con motes, risas y barrilla construyó la verdadera memoria del lugar.
Porque al final, la historia grande y la historia pequeña no son rivales: se necesitan. Sin campesinos, no habría condes; sin barrilla, no habría economía; sin motes, no habría pueblo. Y Torrellano, como tantos lugares, sigue vivo porque en cada esquina hay un relato, una risa y un recuerdo esperando ser contado.
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