![]() |
TORRELLANO EN IMÁGENES |
LA NACIONAL 340 A SU PASO POR TORRELLANO.
Caminos, Carros y Carreteras – La
historia viva de Torrellano
Episodio 1: Cuando la carretera era la
vida del pueblo
¿Te has parado alguna vez a pensar que
las carreteras, más que de asfalto, están hechas de historias?
Un poco de contexto
Curiosamente, medio siglo después… quedó relegada. Las autovías y autopistas, como la A-7, le robaron el protagonismo, dejando su antiguo trazado casi como un vestigio del pasado.
Carro de Transporte |
Pero en su momento… ¡era la columna
vertebral de la vida en Torrellano!
Episodio 2: Carros, burros y la nobleza
del “pollino”
Hoy saltar al coche y plantarse en Elche
o Alicante en quince minutos nos parece lo más normal del mundo. Pero
retrocedamos un par de siglos…
A principios del XIX, la mayoría de la gente iba a pie. Si acaso, alguien con
suerte podía subirse a lomos de un burrito, ese humilde pero fiel compañero de
camino. Porque no nos engañemos: los caballos y mulas eran patrimonio de las
familias pudientes.
Y claro, “siempre han habido clases”.
Quien no tenía ni para un pollino, caminaba. Quien sí, podía tener incluso una
carreta. Pero había quien, aun disponiendo de caballería, no tenía un enganche
decente.
El carro de trabajo era el transporte
más habitual para los agricultores humildes. Era simple, resistente y servía
para todo: cargar cosechas, llevar aperos, incluso transportar a la familia si
hacía falta. Los más acomodados, en cambio, tenían además carruajes de paseo,
mucho más elegantes.
¿Sabes cuáles eran? La tartana, la
berlina, la calesa, la góndola, el faetón o el cabriolet. Todos ellos con
capota, para proteger del sol o la lluvia, salvo la pobre tartana, que era la
más sencilla.
Y si hablamos de transporte colectivo,
ahí entraban las diligencias y las galeras, que podían llevar de dos a seis
bestias. ¡Imagínate el espectáculo de ver llegar una diligencia levantando
polvo, con pasajeros cansados y mercancías de todo tipo!
![]() |
Carro de Trabajo |
Episodio 3: El ferrocarril, el gran
cambio
¿Por qué recordar esta historia?
Porque detrás de cada pueblo hay caminos
que lo han visto crecer. La nacional 340 no era solo un trazado; era un lugar
de encuentro, un punto de paso, la vía por la que llegaba el progreso… y
también las noticias.
Y aunque hoy su trazado parezca casi olvidado, en cada curva hay ecos de los carros que un día pasaron por allí, del sonido de los cascos de los animales y de las voces de quienes hacían el viaje.
![]() |
Calesa de Paseo |
Episodio 4: De la Posada Nueva al Bar
Continental, los ecos de la carretera
Cuando uno imagina las viejas
carreteras, no puede evitar verlas como algo más que simples caminos. Eran
auténticos corredores de vida. En sus márgenes se levantaban ventas, posadas y
paradores improvisados, donde viajeros y lugareños compartían comida, descanso
y noticias frescas.
En Torrellano, aún quedan ecos de esas ventas que dieron cobijo a caminantes y
carreteros. Se sabe, por ejemplo, de la existencia de la misteriosa Posada
Nueva, citada en documentos antiguos pero cuyo paradero exacto sigue sin
hallarse. Quizá desapareció con el tiempo, tragada por la expansión urbana o
convertida en otra cosa, pero su nombre permanece como un susurro del pasado.
Aunque mi teoría es que la Posada Nueva, es la de Rafael el de la Venta, pues
apenas dos kilómetros antes, en "el derrocat" hubo una Posada
antiguamente, (ahora está muebles Gloria).
De aquellas posadas apenas quedan más
que recuerdos. Pero en la memoria colectiva sobrevive la imagen de La Venta de
Rafael Sempere Mollá, más conocido como Rafael el de la Venta. Frente a su
casa, justo pasando la antigua estación de servicio Durá, se detenían los
carros para dar de beber a las caballerías y aplacar el hambre de los viajeros.
Era un punto de encuentro donde siempre había alguien con una historia que
contar.
Las carreteras arboladas y el encanto
perdido
No todo era polvo y sol abrasador. A
ambos lados de la carretera crecían árboles de sombra: pinos y moreras,
plantados estratégicamente para que el camino fuese más amable. Aquellas arboledas
convertían el trayecto en una especie de túnel verde, donde el canto de los
pájaros acompañaba a los viajeros.
Pero el progreso –siempre implacable– se llevó por delante esa frescura. Hoy,
apenas quedan unos pocos árboles dispersos como testigos de otra época. El
asfalto, los coches veloces y las obras fueron arrancando de raíz ese encanto,
sustituyéndolo por una carretera desnuda, práctica, pero sin alma.
Vista de la Casilla de Peones Camineros Noviembre de 2011 |
Con los años, el Bar Continental pasó a
ser atendido por José Urban, pero el espíritu seguía siendo el mismo.
Finalmente cerró sus puertas, y hoy, donde estuvo aquel lugar cargado de
historias, hay un edificio moderno con un supermercado en los bajos.
Otros bares con historia: Stop, San
Rafael y el efímero Orihuela
El recorrido por la memoria de la
carretera también nos lleva al Bar Stop, abierto por los hermanos Paco y Pepe
Esclapéz, conocido como “el Sopa”. Su nombre no necesitó de publicistas: era
sencillo y perfecto para un bar de carretera. Tras la barra, siempre con una
sonrisa, estaba Paloma, una camarera tan carismática que los clientes empezaron
a llamarlo directamente “el bar de la Paloma”.
Luego estaba el Bar San Rafael,
inaugurado por Ramonet y Manola Pastor Ramírez, quienes lo bautizaron en honor
al padre adoptivo de el, Rafael Mollá. Pronto pasó a manos de sus cuñados, los
hermanos Manolo, Francisco y José Vicente Pastor Ramírez. Fue punto de
referencia durante décadas, un lugar donde cualquiera que pasara por la 340
hacía al menos una parada. Hoy sigue en el mismo sitio, en la esquina de la
Avenida de Illice con la calle Adelfas, manteniendo viva su historia.
Y no podemos olvidar el Bar Orihuela,
que no estaba exactamente en la carretera, pero sí muy cerca, en el Grupo San
José, haciendo esquina frente a la plaza de Nieves Piñol. Era un bar peculiar,
destinado al público masculino y con chicas de “moral distraída”, como se decía
entonces. Aquello no sentó nada bien a los vecinos, y especialmente a las
vecinas de Torrellano, que vieron con malos ojos su existencia. Por fortuna
para unos y otros, cerró al poco tiempo, quedando como una anécdota casi
olvidada.
Huellas que resisten en la memoria
![]() |
Casilla de Peones Camineros de Torrellano Recreación fotográfica |
LA ESTACIÓN DE FERROCARRIL DE TORRELLANO
Episodio 5: Cuando el silbido del tren
llegó a Torrellano
Y así nació el proyecto de unir Alicante
con Murcia, pasando por Elche, Albatera y Torrevieja. Incluso se soñó con un
ramal que conectara Elche con Novelda, pero aquel plan nunca se construyó por
lo complicado de su orografía.
Un tren que no podía esperar
La demanda era tan urgente que el primer
servicio se inauguró antes de que la estación de Benalúa estuviera terminada.
Se improvisaron unos barracones de madera para dar servicio, mientras las obras
seguían.
El tren hizo una breve parada en
Albatera y luego continuó hasta Orihuela, donde la banda de música, los
discursos y los banquetes dieron al viaje un aire de fiesta.
Pero la celebración se torció al
regreso. Cuando el tren se dirigía hacia Torrevieja, en el tramo de Albatera a
las Lagunas de La Mata, descarriló y acabó en medio de unos bancales. Por
suerte no hubo heridos, pero la escena fue más propia de una novela cómica que
de un acto solemne. Fue un labriego con su carro quien, sorprendido por el
accidente, dio aviso para que vinieran a socorrerlos. Finalmente, la
distinguida comitiva volvió en un tren pedrero hasta Elche, y cuentan que
Cánovas regresó poco satisfecho con la aventura ferroviaria.
La estación de Torrellano y su pulso
cotidiano
Pero el tiempo y la escasa utilización
fueron pasándole factura. El edificio quedó cada vez más deteriorado, hasta que
en 1982 la Asociación Amigos del Ferrocarril tomó las riendas y restauró las
instalaciones, devolviéndole un pedazo de dignidad a un lugar que ya era
historia.
Estación de Torrellano 1884/2011 |
Las primeras locomotoras y el inicio del declive
El tren que cambió la forma de viajar
Para los vecinos de Torrellano, la
llegada del ferrocarril supuso mucho más que un cambio en la forma de
transporte. Significó poder ir a Alicante, Elche o Murcia con facilidad,
recibir mercancías en menos tiempo, ver cómo la localidad se conectaba al resto
del mundo. Fue también un símbolo de estatus: el tren era modernidad, era
futuro.
1. Un andén como punto de reunió
En los primeros años, el paso del tren era un auténtico acontecimiento.
Muchos vecinos, aunque no viajaran, se acercaban simplemente a verlo pasar.
Para los niños era como un espectáculo, para los mayores un tema de
conversación diario. Se decía que “el tren marcaba la hora”, porque su
puntualidad –o sus retrasos– servían para saber en qué momento del día estabas.
2. Los encargos en el último minuto
3. La estación como improvisado salón de baile
En alguna ocasión especial, cuando coincidían fiestas en el pueblo, la
estación se transformaba en un lugar de celebración. Los músicos del pueblo se
reunían en el andén, y al atardecer, mientras caía el sol, se organizaban
bailes improvisados. Se decía que “si no había salón, el tren traía la música”.
4. El tren de las gallinas
No todos los pasajeros eran personas. Era muy común que, en los vagones de
mercancías, los vecinos enviaran pollos, gallinas o conejos como pago o
intercambio. Más de una vez, al abrir el vagón en Torrellano, las aves salían
corriendo, desatando carreras cómicas para atraparlas antes de que acabaran en
las huertas cercanas.
5. Cuando el tren se convirtió en ambulancia
En tiempos en que no había ambulancias disponibles para todos, más de una
vez el tren sirvió para llevar enfermos urgentes a Alicante, donde estaban los
médicos y hospitales. Se avisaba con antelación al jefe de estación, que hacía
lo posible por retrasar la salida unos minutos. Era literalmente un tren que
podía salvar vidas.
6. La estación fantasma tras el declive
Cuando el uso del tren empezó a disminuir, la estación de Torrellano se
volvió un lugar casi fantasmagórico. Se cuenta que, en los años 70, había días
en que solo pasaban un par de viajeros. El eco de sus pasos resonaba en aquel
edificio medio abandonado. Fue entonces cuando la Asociación Amigos del
Ferrocarril decidió rescatarla, devolviéndole la memoria y evitando
que se perdiera para siempre.
7. El silbido como señal de vida
Muchos vecinos mayores todavía recuerdan con nostalgia el silbido de la locomotora. Para algunos era la señal de que el día terminaba, para otros el aviso de que empezaba la faena. Incluso había familias que ponían el reloj en hora escuchando el tren. Cuando dejó de pasar, muchos sintieron que algo en el ritmo del pueblo también se había detenido.
Más que una estación, un pedazo de historia
La estación de Torrellano no fue solo un lugar de paso. Fue un punto de encuentro,
de despedidas y reencuentros, de alegrías y de penas. Allí se escribieron
pequeñas historias cotidianas que, aunque no salieron en los periódicos,
marcaron a generaciones.
Hoy, gracias a quienes han luchado por mantenerla viva, podemos seguir escuchando su eco. Cada vez que miramos sus muros restaurados, recordamos que el tren no solo traía mercancías y pasajeros: traía progreso, esperanza y la sensación de que el pueblo estaba conectado con el mundo.
Fuente: Fundación Ferrocarriles españoles - María del Pilar Ávila Roca de Togores - Archivo General de la Región de Murcia-Compañía de Ferrocarriles Andaluces
EL AGUA EN TORRELLANO
EL CANAL DE NUEVOS RIEGOS EL PROGRESO.
El Canal de Nuevos Riegos El Progreso:
la pequeña gran obra que cambió la historia agrícola del campo de Elche
Hablar de riego en el campo de Elche es
hablar de un sueño largamente anhelado por generaciones de agricultores. A
principios del siglo XX, cuando el clima seco y la escasez de recursos
limitaban el rendimiento de las tierras, la llegada del Canal de Nuevos Riegos
El Progreso supuso un auténtico salto hacia la modernidad.
Fue el primer canal que llevó agua de
riego hasta las huertas de Torrellano y su entorno, aunque su alcance quedó
eclipsado más tarde por el gigante hidráulico de Riegos de Levante. Sin
embargo, detrás de sus caudales más modestos hay una historia de ingenio,
esfuerzo colectivo y grandes dosis de ilusión.
La historia comienza el 14 de abril de
1905, cuando el joven rey Alfonso XIII visitó Elche. Los agricultores
ilicitanos no dejaron escapar la oportunidad: aprovecharon su presencia para
implorarle agua para regar sus campos. Y, aunque las gestiones fueron
complejas, aquella súplica sembró la semilla de lo que vendría después.
En apenas un año, se constituyó la
Compañía Nuevos Riegos El Progreso (1906). Curiosamente, aquel año los
escaparates también se llenaban de un invento que perduraría en el tiempo: las
míticas pastillas Juanolas, las mismas que generaciones posteriores llevarían
en el bolsillo como remedio para la garganta.
Una ingeniería visionaria para la época
El canal del Progreso fue una obra
ambiciosa para su tiempo. Su ramal Este llegaba hasta El Altet, pero dejaba sin
agua de riego a Torrellano Alto, algo que se recordaría durante años.
Para hacernos una idea de su magnitud:
Su recorrido cruzaba La Hoya, Asprillas,
Las Bayas, Perleta, Valverde, hasta llegar a Torrellano Bajo y la Loma de
Sempere, salvando desniveles mediante túneles excavados a mano hasta desembocar
en El Altet.
Era tan modesto en comparación con
Riegos de Levante que el pueblo lo bautizó cariñosamente como “el canalillo”,
mientras al otro lo llamaban simplemente “el canal”.
Una sociedad de pequeños accionistas
Lo más curioso es que este proyecto no
surgió de grandes fortunas, sino de la unión de pequeños propietarios y
terratenientes, que se asociaron para financiar la obra.
Según el archivero municipal Pedro
Ibarra, en su Efemérides Ilicitanas encontramos la nota del 19 de febrero de
1906:
“Ayer se celebró una reunión de
terratenientes en La Marina, con el fin de conocer el proyecto de regadío de
Don Ernesto Martínez, autor de algunos aparatos hidráulicos… Se trataba de
fundar una sociedad de accionistas a cinco pesetas por mes hasta llegar a
quinientas, mientras no se cubran los gastos de la maquinaria de vapor, para
elevar dos tallas de agua a treinta metros de altura.”
Eran tiempos en los que la voluntad
comunitaria suplía la falta de recursos. El primer presidente, Andrés Alonso
Gomis, tuvo que pedir permisos uno por uno para que las canalizaciones cruzaran
carreteras y propiedades privadas. El 28 de abril de 1912, por ejemplo, logró
la autorización para que el canal atravesara la carretera de Elche-Dolores.
Más que agua: esperanza y progreso
El nombre El Progreso no fue casual.
Para los agricultores, cada gota significaba multiplicar las cosechas, mejorar
la economía familiar y asegurar el futuro del campo. Las huertas que antes
dependían de la incierta lluvia pasaron a tener cultivos más estables.
Sin embargo, la alegría fue parcial: el
canal no llegó a todos los rincones, y muchas partidas quedaron desabastecidas,
generando también rivalidades y desencuentros entre agricultores. Con el
tiempo, la llegada de Riegos de Levante hizo que el canalillo quedara en un
segundo plano, pero su papel pionero nunca se olvidó.
Dos túneles que hicieron historia
Uno de los logros más comentados de esta
obra fueron los dos túneles excavados para salvar las lomas en su trayecto por
la cañada:
Para los trabajadores de la época, sin
maquinaria moderna, fue una auténtica proeza de ingeniería rural.
Un legado que todavía late bajo tierra
Hoy, muchos de esos tramos del canal han
desaparecido o han quedado enterrados bajo caminos y construcciones. Pero
quienes conocen su historia saben que bajo la tierra todavía discurre la
memoria de aquellos primeros riegos, los que trajeron un soplo de esperanza al
campo de Elche.
Aunque su nombre pueda sonar pequeño, El
Progreso simboliza la fuerza de la unión vecinal y la tenacidad de un pueblo
que supo organizarse para traer agua donde solo había sed y tierra reseca.
¿Sabías que…?
Fue el primer canal que llevó agua de
riego a Torrellano, mucho antes que Riegos de Levante.
Se financiaba con acciones de 5 pesetas
mensuales, un sistema popular para la época.
Popularmente se llamaba “el canalillo”
por ser más modesto que su “hermano mayor”.
Sus túneles fueron excavados a
pico y pala, sin maquinaria.
Un paseo por la historia hidráulica
Quizá la próxima vez que pases por La
Hoya, Las Bayas o El Altet, imagina por un momento a aquellos hombres midiendo
el terreno, cavando túneles y soñando con ver correr el agua. Sin su esfuerzo,
el paisaje agrícola que hoy conocemos sería muy difícil.
Agua,
historia y vida en Torrellano
Si hoy paseas por Torrellano y sus alrededores, cuesta imaginar lo que
significó para estas tierras la llegada del Tercer Canal de Riegos de
Levante. Fue mucho más que una obra hidráulica: marcó un antes y un después
para una zona que, hasta entonces, dependía de la escasa lluvia para
sobrevivir.
En un paisaje eminentemente agrícola, donde cada gota contaba, aquel canal
trajo esperanza y prosperidad. De pronto, los campos de secano empezaron
a transformarse en fértiles huertas, y con ellas cambió también la forma de
vivir de muchas familias.
Pero para entender bien su impacto, hay que retroceder un poco en el
tiempo.
Los sindicatos agrarios: unión frente a la adversidad
A comienzos del siglo XX, la vida del pequeño agricultor no era fácil. Los usureros
hacían negocio con la necesidad, prestando dinero a intereses abusivos. Para
defenderse, en 1906 se aprobó la Ley de Sindicatos, que permitió la
creación del Sindicato Católico Agrícola y las Cajas Rurales. Era
una manera de organizarse para proteger a los campesinos, darles créditos
justos y, sobre todo, fuerza colectiva.
La acogida fue sorprendente. Apenas 14 años después, en 1920, la Confederación
Católica Agraria reunía a 200.000 labradores cooperados. Diez años
más tarde, aquella red había crecido hasta tener 51 federaciones, 5.000
cooperativas y medio millón de asociados. Las Cajas Rurales ya
sumaban 500 entidades y más de 58.000 socios.
Sin embargo, a partir de 1930 el crecimiento se frenó. En algunas
provincias aparecieron sindicatos agrarios socialistas y comunistas, y
la unidad del movimiento empezó a resquebrajarse.
Aun así, el impulso inicial había dejado una huella: los agricultores ya
sabían que organizados podían lograr grandes cosas. Y esa fuerza fue clave
para que una obra gigantesca, casi utópica para la época, se hiciera realidad.
Una obra de ingeniería para cambiarlo todo
En 1917 nació la Compañía Riegos de Levante, impulsada por la banca
Dreyfuss y otros accionistas… ¡entre ellos el mismísimo Rey Alfonso XIII!
La idea era tan ambiciosa como necesaria: transformar 25.000 hectáreas de
secano de la provincia de Alicante en tierras de regadío.
No fue un proyecto cualquiera. Era una auténtica hazaña de ingeniería
hidráulica para su tiempo. Y, como era habitual entonces, la política y los
intereses económicos también se mezclaron. Entre las personas que empujaron
para que esta obra llegara a buen puerto se recuerdan nombres como Antonio
Roca de Togores, vocal del Consejo de Regantes; Juan Llorca, abogado
y consejero del Sindicato de Bacarót; y el señor Esteve, presidente de ese
mismo sindicato.
Finalmente, las obras culminaron y fueron inauguradas el 4 de abril de
1925, justo el año en que España ponía fin a la guerra con Marruecos tras
el célebre desembarco de Alhucemas. Alfonso XIII, apodado “El Africano”
por su relación con aquella campaña, presidió el acto.
Así era el recorrido del canal
El Tercer Canal de Riegos de Levante partía de la quinta elevación
en Crevillente, a 78 metros sobre el nivel del mar. También se le llamaba Tercer
Canal de Elche, margen izquierda del Segura, y tenía una longitud de 51
kilómetros.
Llevaba agua en distintas proporciones según el tramo:
- Hasta
el barranco de San Antón, 4.000 litros por segundo.
- Hasta
Bacarót, 2.000 litros por segundo.
- Hasta
Alicante, 1.000 litros por segundo.
- Y en su
cola, camino de Muchamiel, quedaban 500 litros por segundo.
El trazado empezaba en Crevillente, cerca de Matola, y atravesaba Elche
de oeste a este por la calle Pedro Juan Perpiñán. Un acueducto le permitía
salvar el río Vinalopó junto al puente de la Generalitat. Luego seguía su
recorrido bordeando el antiguo matadero de Elche, pasaba cerca del actual
hospital del Servicio Valenciano de Salud y cruzaba el barrio de Los
Palmerales.
De allí continuaba hacia el sur del barrio de San Antón, bordeaba el
estadio del Elche C.F. y finalmente llegaba a Torrellano. Entraba por la
calle Libertad, junto al grupo Nueva Esperanza, cruzaba la N-340 cerca del
recordado kiosco Fofito y el antiguo cine Rex. Después seguía paralelo a
la carretera, entrando en Bacarót por el Portixol, para regar las
huertas de Alicante y terminar su recorrido en Muchamiel.
Cuando el canal era “la playa” del pueblo
Más allá de su función agrícola, el canal tuvo otro papel que muchos
vecinos de Torrellano recuerdan con nostalgia. Durante décadas, fue la playa
improvisada de los jóvenes del pueblo.
Cuando el verano apretaba y no había piscinas municipales ni coches para ir
a la costa, las pandillas de chicos se refrescaban en sus aguas. Era algo casi
ritual: una tarde calurosa, unas toallas viejas y chapuzones en el canal.
Claro que no todo eran recuerdos felices. También hubo tragedias. “Cuántos
hijos se habrán perdido en sus aguas”, decían las madres con resignación.
Por eso, con el tiempo, y por razones de seguridad y salubridad, el canal se
fue cubriendo y canalizando, igual que ocurrió en Elche. Y con ello, se
cerró un capítulo de la memoria colectiva del pueblo.
Lo que quedó
Hoy, el Tercer Canal de Riegos de Levante sigue siendo un símbolo de
progreso para una tierra que siempre dependió del agua. Fue el motor que
convirtió campos áridos en huertas productivas, que dio oportunidades a
generaciones de agricultores y que, de paso, regaló historias a toda una
comunidad.
Aunque ya no veamos niños bañándose en sus aguas, ni nos sorprendamos al
cruzar su recorrido por Torrellano, su legado sigue presente. Porque, al final,
el agua no solo riega la tierra: también alimenta la historia y la identidad
de los pueblos.
Aeropuerto de El Altet: un viaje por su historia y sus
curiosidades
Hoy, cuando pasamos por el Aeropuerto de Alicante-Elche Miguel Hernández
(el antiguo Aeropuerto de El Altet), cuesta imaginar que este gigante de
cristal y hormigón tiene una historia casi romántica, ligada a los primeros
vuelos civiles en España.
Porque sí, este aeropuerto que ocupa el 6º lugar en España por número de
pasajeros, solo por detrás de los de Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca,
Málaga y Gran Canaria, está construido muy cerca de donde todo comenzó:
un modesto campo de vuelos que fue pionero en su época.
Un rincón olvidado: el primer campo de vuelos
A principios del siglo XX, volar era todavía algo casi mágico. En aquellos
años, una compañía francesa llamada Lignes Aériennes Latécoère operaba
rutas de correo aéreo que unían Francia con África. Su escala en la península
estaba en Rabasa, un aeródromo militar y civil en San Vicente del
Raspeig, justo donde hoy se levanta la Universidad de Alicante.
De hecho, si te acercas al campus, todavía puedes ver la antigua torre de
control, un vestigio de aquel aeródromo casi olvidado.
Pero la historia no acaba ahí. En 1926, la misma compañía consiguió permiso
para instalar unas pistas de aterrizaje en terrenos municipales de la pedanía
de El Altet, junto al mar, en un lugar estratégico para conectar con el
norte de África.
De Latécoère a Air France
En 1927, la gestión del pequeño aeródromo pasó a manos de Aéropostale,
la mítica compañía aérea que tenía entre sus pilotos a Antoine de
Saint-Exupéry, el autor de El Principito. Desde allí, los aviones
partían rumbo a Argelia, llevando correo y pasajeros en una época en la que
cruzar el Mediterráneo en avión era toda una aventura.
Poco después, Aéropostale se fusionó con otras compañías y dio origen a Air
France, que siguió operando en la zona hasta que la Guerra Civil
interrumpió todo. El 18 de julio de 1936, aquel campo de vuelos dejó de
utilizarse. Con el tiempo, los matorrales y las salicornias invadieron
las pistas, y la memoria del lugar se fue borrando poco a poco.
El nacimiento del aeropuerto moderno
Hubo que esperar varias décadas para que Alicante recuperara su conexión
aérea. Finalmente, el 4 de mayo de 1967 se inauguró el Aeropuerto del
Altet, como lo conocemos hoy.
El primer avión en aterrizar fue un Convair Metropolitan procedente
de Madrid, de la compañía Aviaco. Dos años más tarde, en 1969, Iberia
empezó a operar rutas regulares Alicante-Madrid y Alicante-Barcelona.
El crecimiento fue rápido. En 1972 se construyó una segunda terminal,
pensada inicialmente para vuelos internacionales, pero pronto toda la
actividad aérea pasó a la Terminal 2.
Vista Aerea de la Nueva Terminal del Aeropuerto del Altet |
Una empresa que mueve todo un territorio
No es exagerado decir que el Aeropuerto de El Altet se convirtió en la
mayor empresa de Alicante. Hoy trabajan en él de forma directa unas 10.000
personas, y de manera indirecta da empleo a otras 25.000.
El 23 de marzo de 2011 se dio un nuevo salto de modernidad con la
inauguración de la Nueva Terminal Aérea, un edificio amplio y luminoso,
diseñado para acoger el volumen de pasajeros que, año tras año, sigue batiendo
récords.
Curiosamente, aunque el aeropuerto está en terrenos que pertenecen casi en
su totalidad a la pedanía de El Altet, los mayores beneficios económicos
se quedan en Torrellano, gracias a que tiene mejores comunicaciones y
servicios para quienes trabajan en la zona.
Más que un aeropuerto, un símbolo de conexión
El Aeropuerto de El Altet no solo es una infraestructura clave para la
Costa Blanca. Es también un símbolo de cómo el transporte aéreo ha cambiado la
vida de una región. De un pequeño campo de vuelos para correo postal, pasó a
ser una puerta de entrada para millones de turistas y un motor económico para
la provincia de Alicante.
IFA, mucho más que un recinto ferial
Episodio 1: ¿Qué es realmente la IFA y
para qué sirve?
Si has pasado alguna vez por la
carretera que une Alicante y Elche, seguro que te ha llamado la atención ese
enorme complejo moderno con un nombre que a muchos todavía les suena lejano:
IFA, la Institución Ferial Alicantina.
De los mercados tradicionales a los
recintos feriales
Hace un siglo, los productos se daban a
conocer en mercados ambulantes, ferias patronales o muestras sectoriales
improvisadas en plazas y parques. Con el tiempo, esos encuentros crecieron
tanto que se hicieron necesarias infraestructuras permanentes.
Alicante, con su gran tejido industrial
(calzado, mármol, alimentación, turismo…), necesitaba un punto de referencia
para mostrar al mundo su potencial. Y de ahí nació la IFA, que hoy es un motor
económico para la provincia.
Mucho más que ferias
Para el público general, es una forma de
acercarse a nuevos productos, servicios y experiencias.
En otras palabras, IFA es un puente:
conecta a quienes producen con quienes consumen, a quienes buscan socios con
quienes tienen proyectos.
Episodio 2: Lo que IFA aporta realmente
– economía, empleo y proyección
Cuando se habla de la Institución Ferial
Alicantina, muchos piensan en un recinto enorme que solo se llena unos días al
año. Pero, si rascamos un poco, descubrimos que su utilidad va mucho más allá
de organizar ferias.
Vamos a verlo con calma, sin tecnicismos.
1. Un motor para la economía local
Cada feria o evento que se celebra en IFA mueve mucho más dinero del que
imaginamos. No solo por lo que facturan las empresas expositoras, sino por todo
lo que hay alrededor:
Hoteles y alojamientos que reciben a visitantes y expositores.
Restaurantes y bares que ven aumentar su clientela esos días.
2. Un escaparate para sectores clave
Alicante no solo vive del turismo. Tiene sectores con mucha historia y peso
económico: el calzado de Elche, el mármol de Novelda, la uvas del Vinalopó, el
turrón de Jijona…IFA se convierte en la ventana donde estos productos se
muestran al mundo. Gracias a ella, empresas familiares han cerrado contratos
internacionales y han conocido tendencias que les han permitido innovar.
3. Impulso al empleo y la innovación
4. La proyección internacional
Por último, no olvidemos el efecto imagen. Cada vez que IFA organiza un
gran evento, Alicante aparece en los medios especializados, atrayendo inversión
y turismo. Es como decirle al mundo: “Aquí estamos, tenemos algo que ofrecer”
Episodio 3: La otra cara de IFA – ¿un gigante infrautilizado?
1.
Un mantenimiento caro… siempre
2.
Infrautilización en algunos periodos
3.
Dependencia del sector público
Aunque IFA genera riqueza indirecta, no siempre es rentable por sí sola y
acaba necesitando apoyo económico de las administraciones. Y ahí surge la
polémica:
¿Debe un organismo público seguir financiando un recinto que no siempre
rinde al máximo?
4.
Competencia de otros formatos
Si algo hemos aprendido de la historia de IFA es que cuando hay actividad,
todo el entorno se beneficia: negocios locales, turismo, empleo… Pero también
hemos visto que no siempre se aprovecha todo su potencial.
¿Por qué limitarse solo a ferias profesionales?
IFA podría acoger:
Conciertos, festivales y eventos culturales
Competiciones deportivas indoor
Congresos internacionales y reuniones de empresas
Exposiciones interactivas para colegios y familias
Así se mantendría una actividad
constante todo el año, no solo en fechas
puntuales.
2. Convertirse en un centro de innovación
Podría ser mucho más que un simple espacio para exponer productos. ¿Por qué
no transformarlo también en un centro de innovación y emprendimiento?
Zonas de coworking para empresas innovadoras.
Encuentros entre inversores y emprendedores.
Formación para pymes y autónomos.
Para que la gente sienta IFA como algo suyo, es clave abrirla a actividades
más cercanas:
Mercados gastronómicos de producto local.
Jornadas solidarias y benéficas.
Espacios para asociaciones vecinales o culturales.
Dejar de ser “ese edificio grande en la carretera” para convertirse en un
punto de encuentro social y ciudadano.
Mejor conexión y accesibilidad
Otro punto a mejorar es el transporte. Muchas personas se quejan de que
llegar a IFA sin coche es complicado.
Una mejor conexión con Alicante, Elche y el aeropuerto haría que más gente
pudiera visitarla con facilidad.
En resumen…
IFA: Pasado, presente y futuro de la Institución Ferial Alicantina
A pocos kilómetros entre Alicante y
Elche, junto al aeropuerto, se levanta un edificio enorme que muchos
identifican al pasar por la carretera: la Institución Ferial Alicantina, más
conocida como IFA.
Un recinto que durante décadas ha
acogido ferias, congresos, eventos culturales y hasta conciertos, pero que
también ha sido objeto de críticas, debates y dudas sobre su utilidad.
Hoy te propongo un viaje rápido pero
completo: qué es realmente IFA, qué ha aportado, en qué falla y cómo podría
reinventarse para volver a ser imprescindible.
Desde su creación, IFA fue pensado como
un gran escaparate para la provincia de Alicante. La idea era sencilla pero
poderosa: reunir en un mismo lugar a empresas, profesionales y visitantes para
generar negocio.
Y lo cierto es que lo ha conseguido en
muchos momentos clave.
Ha dado visibilidad a sectores como el calzado, la alimentación, la
construcción o la automoción.
Ha permitido que pequeñas empresas se
dieran a conocer más allá de su comarca.
Ha traído miles de visitantes que, de paso, han llenado hoteles, restaurantes y
comercios de la zona.
Pero no solo ha sido un espacio para
hacer negocio. También ha acogido exposiciones culturales, ferias de ocio y
actividades para familias, convirtiéndose en un punto de encuentro para vecinos
de toda la provincia.
En definitiva, cuando IFA funciona, todo su entorno se mueve: taxis,
hostelería, comercios… Un auténtico motor económico y social.
Pero… ¿todo es positivo?
Como en casi todo, también hay una cara
menos amable. Y hay que contarla para ser honestos.
Mantener un recinto de este tamaño
cuesta mucho dinero: limpieza, climatización, seguridad, personal… incluso
cuando no hay actividad. Y, reconozcámoslo, hay épocas en las que IFA parece un
gigante dormido: ferias puntuales y luego meses enteros sin apenas movimiento.
A eso se suma la competencia del mundo
digital. Muchas empresas ya no necesitan ferias para mostrar sus productos; lo
hacen online, a menor coste y con más alcance.
Además, IFA no siempre es rentable por
sí sola y termina necesitando apoyo público, lo que genera polémica: ¿debe
financiarse con dinero de todos si no está al 100% de su capacidad?
![]() |
Fachada principal y su Torre emblemática de la Institución Ferial Alicantina - IFA |
Entonces… ¿qué hacer?
Aquí viene lo más interesante. IFA no
tiene por qué quedarse anclada en el modelo del pasado. Puede reinventarse y
volver a ser imprescindible.
Más que ferias:
No limitarse a eventos profesionales,
sino abrirse a conciertos, festivales, exposiciones interactivas, competiciones
deportivas, ferias de gastronomía… Así habría vida todo el año.
Un centro de innovación:
Convertirse en un espacio para empresas
emergentes, encuentros de emprendedores, formación para pymes y eventos
tecnológicos. Es decir, ser un puente entre lo tradicional y lo digital.
Abrirse a la comunidad:
Facilitar transporte público desde
Alicante, Elche y el aeropuerto. Cuanta más gente pueda llegar, más actividad
habrá.
¿Es posible recuperar su papel
protagonista?
En pocas palabras
Cuando IFA está viva, toda la provincia
gana.
Pero necesita reinventarse para no
quedarse atrás.
Depende de nosotros exigir y proponer un
modelo más abierto, dinámico y moderno.
Quizá el futuro de IFA no pase solo por
ferias, sino por convertirse en el gran punto de encuentro de la provincia:
económico, cultural y social.
PARQUE INDUSTRIAL TORRELLANO/SALADAS
Parque Industrial Torrellano-Saladas:
donde la tradición agrícola dio paso a la innovación
Si miramos desde el aire el Parque
Industrial de Torrellano-Saladas, lo que hoy vemos es un mar de naves modernas,
carreteras perfectamente trazadas y empresas que exportan al mundo. Pero si
retrocedemos unas décadas, el paisaje era muy diferente: campos de cultivo,
saladares y caminos polvorientos que apenas conectaban con Elche o Alicante.
Este cambio no sucedió de la noche a la
mañana. Fue un proceso lento, casi silencioso, pero imparable. Y en esa
transformación se esconde una historia fascinante: cómo un rincón agrícola se
convirtió en uno de los motores económicos de toda la provincia.
De la huerta al hormigón… pero sin
olvidar las raíces
Durante siglos, Torrellano y Saladas
vivieron de la tierra. Los canales de riego –como los de Riegos de Levante o El
Progreso– trajeron agua a un territorio sediento y permitieron que se
cultivaran hortalizas, viñedos y frutales. Era un paisaje dominado por el verde
y el esfuerzo manual.
Un espacio pensado para crecer
El vecino más influyente: el aeropuerto
El desarrollo del Parque Industrial está
íntimamente ligado al Aeropuerto de El Altet, que está justo al lado. La
cercanía al aeropuerto no solo facilitó la logística, sino que atrajo a
empresas relacionadas con el transporte aéreo, el turismo y la exportación.
No es casualidad que muchos hoteles,
empresas de alquiler de coches y servicios para pasajeros se hayan instalado
también cerca. Todo está pensado para aprovechar la sinergia de tener el sexto
aeropuerto más importante de España a tiro de piedra.
Más que un polígono, una comunidad
Un motor económico que no para de crecer
![]() |
Vista Aérea del Parque Industrial de Torrellano-Saladas |
Cuando la historia y el futuro se dan la
mano
Las primeras naves
Las primeras empresas: historias de
valentía
Algunas de las primeras empresas que se
instalaron en el Parque Industrial eran pequeños talleres familiares del
calzado que venían de Elche. Una de ellas, por ejemplo, empezó con apenas tres
hermanos fabricando suelas en un garaje. Hoy exportan a más de veinte países.
También llegaron compañías de transporte
y logística, aprovechando la cercanía del aeropuerto. Muchos recuerdan a Ramón
Sánchez, un empresario visionario que empezó con una pequeña dotación de
camiones y.... Años después, su flota era tan grande que se convirtió en
proveedor oficial de grandes marcas internacionales.
Historias de quienes levantaron el
parque con sus manos
Detrás de cada empresa pionera hubo
trabajadores que apostaron por quedarse cuando todo era nuevo e incierto.
Antonio, por ejemplo, empezó como peón
descargando camiones en los años 80. Hoy es jefe de almacén. “Yo venía en bici
desde Torrellano todos los días Recuerdo que alrededor de las naves seguían
pasando acequias, y todavía veías perdices y conejos por aquí… Ahora, esto
parece una pequeña ciudad”.
O Luisa, que trabajó en la cafetería más
antigua del parque. “Los primeros años éramos como una familia. Venían los de
todas las empresas a tomar café y contarse las penas. Ahora hay tanta gente que
ni los conoces a todos”.
Un desarrollo impulsado por el
aeropuerto
Muchos empresarios aseguran que si no
fuera por la cercanía del aeropuerto, este parque no sería lo que es. Las
primeras exportaciones de calzado viajaban en vuelos de carga que salían del
Altet.
“Recuerdo embalar cajas para mandarlas a
Alemania en plena noche, porque el vuelo salía a las seis de la mañana”, cuenta
Miguel, uno de los trabajadores de una empresa pionera. “A veces nos quedábamos
hasta dormir en la nave para no perder el envío”.
Más que un polígono, una comunidad viva
Un parque lleno de memoria
Ver mapa más grandehttp://www.facebook.com/pages/Alcones-Publicidad-Dise%C3%B1o-Y-Maquetaci%C3%B3n/279889558741051
No hay comentarios:
Publicar un comentario